Cada vez que se acercan elecciones, no deja de repetirse una y otra vez lo importante que es ejercer el voto. Y con el paso de los años, el mensaje se está volviendo más explícito, más frecuente y más agresivo. Como un mantra religioso, el mensaje no viene acompañado de una explicación racional apropiada y sí de un aura de superioridad moral del que vota con convicción, quien con ello se quita de encima cualquier tipo de responsabilidad sobre el resultado de la votación para otorgársela al escéptico y al indeciso, culpables de todo mal electoral.
Cuando las ideas se convierten en creencias y el debate en lucha dogmática, es buen momento para la reflexión. ¿Es realmente tan importante votar? Si es así, ¿por qué?
El sentido del voto
En vuestra sociedad normalmente se asocia el voto a la democracia. Cuando uno habla de votar, enseguida la palabra «elecciones» surge automáticamente por asociación. Pero, a la hora de buscar razones, es importante regresar al comienzo, eliminar todo elemento cultural y analizar las ideas desnudas. Hay que comprender qué es el voto por sí mismo.
Si nos abstraemos de todo lo que lo rodea habitualmente, votar consiste en tomar una decisión basándose únicamente en el número de individuos que escogen una misma opción. Esto requiere un par de supuestos: Primero, que esas opciones sean reducidas, claras y limitadas. Y segundo, que las opciones sean independientes y no se solapen. Es decir, que el hecho de escoger una opción implica necesariamente que todas las otras opciones son rechazadas.